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A pesar de la mitología imperante, las estadísticas muestran de manera contundente, que el emprendedor por antonomasia en España es el autónomo dedicado a los más variados mantenimientos. No el genio googeliano, sino el lampista de la esquina (ver mi post 14 mitos sobre los emprendedores). 

Necesitamos emprendedores sí. Pero seamos realistas, los emprendedores españoles sólo quieren importar modelos de negocio exitosos en Norteamérica, salvo honrosas excepciones, que han tenido que abrirse camino en solitario luchando contra todo. Y no sólo los emprendedores, sino especialmente el dinero, el capital riesgo español, sigue con su aversión al riesgo -aunque parezca una paradoja- y se suma a nuestro tan tradicional "que inventen ellos". Esta es nuestra idea subsidiaria de país. España nunca levantará la cabeza así, si seguimos siendo un país anclado en actitudes feudales, que en nada promueven el talento. A pesar de estar en la encrucijada de LatinoaméricaEuropa África, nos encanta estar en el furgón de cola de cualquier cosa y seguir inflando las burbujas creadas en otros sitios, en vez de llevar la iniciativa. Nos olvidamos del espíritu de nuestros grandes inventores, científicos y empresarios. La ley del mínimo esfuerzo y el beneficio estéril cortoplacista, nos llevan a destruir valor, más que a crearlo. Lo que tenemos en este país son desemprendedores, emprendedores que deshacen negocios sin construir a largo plazo. Quizás más que emprendedores para reducir el paro juvenil, lo que necesitamos son empresarios de verdad, que puedan crear estructuras del futuro para este país. Más que microempresas que duran meses o start ups que se venden a grandes grupos, que no saben que hacer con ellas más que destruirlas, lo que necesitamos son proyectos ambiciosos.

Nuestro país se enfrenta a retos decisivos, donde la dependencia del extranjero va a ser una desventaja cualitativa insalvable. Retos como la escasez energética o como la desaceleración de la digitalización, nos obligan a inventar cosas realmente nuevas. No sólo necesitamos, innovación de producto, nuevos modelos de negocio, si no nuevas formas de vida, nuevos tipos de sociedad. Tenemos que aprender a vivir de manera diferente en un mundo de decrecimeinto. Necesitamos empresarios sociales, organizadores, activistas, capaces de generar innovación social, que nos permita una gestión diferente de la sociedad ante los nuevos retos. La innovación social y los empresarios sociales existen desde hace tiempo, limitadas a ámbitos de las ONGs y la cooperación internacional.  ESADE desde hace unos años, dispone de un Instituto de Innovación Social capitaneado por mi compañero Ignasi Carreras ex-Director General de Oxfam, con interesantes actividades. Pero estas iniciativas tienen que extenderse al empresariado convencional. La crisis en la que nos encontramos desafía el mismo sistema económico y sus valores. No podemos seguir pensando que el valor económico es el único para crear empresa por absurdo que parezca. Necesitamos crear sobre valores sociales. Probablemente el dinero dejará de tener el referente económico inflacionario que tiene hoy en día, y el valor de uso sea mucho más importante.

Necesitamos enfocar la inteligencia colectiva en mantener la sociedad digital del conocimiento e Internet como su columna vertebral, como generadora de soluciones en la gestión de un mundo con grandes limitaciones energéticas y para gestionar el precipicio digital de la manera más positiva.

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