Han quedado atrás los robos de coches en los que un delincuente hacía un puente con dos cables y encendía el motor de arranque. Kevin Mahaffey y Marc Rogers, han conseguido arrancar un automóvil Tesla Modelo S enchufándole un portátil. Y lo han demostrado en el Def Con de Las Vegas. Otros expertos en seguridad, Charlie Miller y Chris Valasek consiguieron hackear un Jeep de la empresa Chrysler, lo que la empresa ocultó durante más de un año hasta, que se demostró en una conferencia Blackhat. El Internet de las cosas promete un mundo maravilloso, pero también presenta nuevos riesgos.
Aún estamos en los inicios del Internet de las cosas y ya estamos viendo las vulnerabilidades a las que nos enfrentamos. No sólo de coches hay precedentes de hacking. Uno de los más espeluznantes episodios son los que están ocurriendo con las líneas aéreas. Se está robando dinero accediendo a las bases de datos de millas aéreas y también se está obteniendo información confidencial. Y se sabe, pero nadie comenta, que también es posible hackear aviones remotamente en pleno vuelo. Los riesgos son tan enormes, que el Internet de las cosas irá inevitablemente ligado al desarrollo de un Big Brother de las instituciones encargadas de seguridad y vigilancia. La tensión entre el derecho a la intimidad y a la privacidad va a ser mayor que ahora, pero la sumisión será mayoritariamente aceptada por la población, que quiera estar conectada, porqué no hay otra solución. Si existen alternativas, pero estas implican cambiar completamente el modelo social y en esto pocos están por la labor.
Con el Internet de las cosas (que nosotros llamamos Internet del todo porqué refleja mejor la ubicuidad del fenómeno y la completa subsunción de la sociedad al proceso de digitalización), el hacking llega a su mayoría de edad. Todo es hackeable: desde el exo-esqueleto que permitirá hacer caminar a los parapléjicos, hasta los robots domésticos, pasando por los big data de hospitales y centros críticos. Antes de ser amenazados por la rebelión de las máquinas, seremos amenazados por infinidad de hackers dispuestos a acelerar coches delante de precipicios por pura diversión, a quemar nuestra casa por venganza, a manipular los resultados electorales interesadamente o simplemente a acelerar nuestro cepillo de dientes.
Para paliar estos riesgos se están invirtiendo grandes sumas de dinero, especialmente por empresas de hardware y componentes, en el intento de securizar el Internet de las cosas desde la base. Lo hemos dicho otras veces, pero insistimos, que la madurez del mundo digital sólo se alcanzará cuando nosotros dominemos a la tecnología y no esta a nosotros. Cuando seamos capaces de imponernos una auto-regulación digital, que determine moratorias tecnológicas consensuadas por expertos sin intereses comerciales, que agencias inter-gubernamentales se dediquen a regular y controlar.
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